El jugador de fútbol, desde el de menor nivel hasta el
jugador de élite, está preparado desde chico para las exigencias físicas,
exigencias que solamente el que practicó o practica este deporte a nivel
competitivo, sabe lo duras que son.
Es por esto que el físico es lo mas importante que el
jugador tiene, seguido de la fortaleza mental, por ende, pasa a ser la
herramienta principal de su trabajo el cuidarse, el ser ordenado, responsable y
criterioso. Quizás es tan o mas difícil que el entrenamiento tangible. Hasta aquí
tampoco hemos dicho algo de otro mundo, o algo que sea imposible de realizar, el
problema comienza cuando el fútbol no da los suficientes recursos económicos
como para poder vivir al gusto de uno. Entonces el trabajo empieza a ser un
"mal necesario".
La odisea de lograr ser un ciudadano italiano había llegado
a su fin, los papeles estaban en regla, ahora llegaba el momento de insertarse
en el mundo futbolístico.
Hasta ese momento habían quedado posibilidades
concretas en el camino, ya que los tiempos de esta burocracia social no son los
mismos que los que tienen algunos dirigentes y/o técnicos.
Había que bajar las pretensiones
y agachar la cabeza, entonces allí estaba el Real Niscemi calcio, equipo del
ascenso italiano, mas específicamente del torneo de promoción de la zona siciliana,
un torneo tan duro como competitivo, en el cual el estado físico tenia un rol mas que importante. Pero lamentablemente, las exigencias de esta competencia no iban
de la mano con la remuneración mensual y ahí se presentaba el dilema, ¿Se puede
jugar y trabajar al mismo tiempo?
La plata no alcanzaba para tener una vida
normal, sin pasar necesidades. Si bien uno sabe que lo ideal es dedicarse de lleno a
la "pelotita", pero cuando la billetera tiene más tarjetas de
representantes que papel moneda, les aseguro que esta idea empieza a cambiar.
Entonces fue
cuando un dirigente me planteó trabajar 4 horas diarias antes de entrenar por
la tarde. El trabajo era en una zapatería masculina y femenina,
atención al público, control de stock, nada que con un poco de picardía
argentina sea difícil de realizar. Mi respuesta fue un si rotundo, sacando
cuentas y sumando los dos sueldos, pasaba el salario promedio de un italiano
clase media, así que le dí para adelante.
Las primeras semanas iba todo sobre ruedas, a las nueve de
la mañana estaba en el negocio, a la una salía, iba para casa, comía, después
la siesta querida y quedaba como nuevo para ir a entrenar a las 4.
Pero lo bueno como sabemos todos los que estuvimos en el ambiente del
fútbol, dura poco; esas cuatro horas ya no eran tan "cuatro horas" sino
cinco, tal vez seis, depende la mercadería que entraba o las cosas que quedaban
pendientes del día anterior por hacer.
La siesta cada vez era más corta, las piernas se quejaban
cada vez más, como si supieran que iban a tener el doble de esfuerzo, las pasadas,
intermitentes, pendientes y trabajos de coordinación empezaban a parecer
como torturas orientales.
Pero el día clave llegó; un partido en el que se jugaba el
honor de la ciudad, esos partidos que para los hinchas son tan importantes como
el día de pago en sus trabajos, partidos que el que pierde recibe las cargadas
de la ciudad vecina por meses; "Por favor ganen el domingo", "Si
ganan tienen gratis el comer de todo un mes en mi restaurante" promesas y apuestas por doquier; por ende, la
entrega física y mental debería ser mayor.
La semana previa, uno inconscientemente se cuida de otra
manera, come mejor, trata de llegar de la mejor forma, pero las
responsabilidades fuera del fútbol no entienden de estas cosas, parecía a propósito,
esa semana fue la semana de mas trabajo. Pero bueno, las
cosas eran así, el presente era ese y había que aceptarlo.
Llegó el domingo, los nervios y la ansiedad estaban
presente desde las primeras horas del día; si bien me había levantado un poco
cansado, no le di mucha importancia, creí que comiendo bien con el equipo y
haciendo una buena siesta, se solucionaba, pero no.
La pesadez en las piernas
era terrible, la cintura parecía haberse puesto de acuerdo con el equipo contrario
para molestarme todo el partido; me acorde durante los 90 minutos una y otra
vez de cada pack de cajas levantadas
El partido, nada del otro mundo, fue un 1 a 1 feo y aburrido.
El tema fue lo
acalambrado que terminé, no recuerdo haber finalizado un partido así nunca en mi vida, no había músculo que no me
doliera, indeseable hasta para el peor enemigo.
Fue allí donde se me vino a la cabeza una frase tan
trillada pero tan bien puesta en el fútbol: "Peor es trabajar", yo no
se si peor es trabajar, pero si se que trabajar y jugar, no van a ir jamás de
la mano!